Mercurio (Hermes), hijo de Zeus y Maya, es el dios
protector de los comerciantes, los ladrones, los embusteros y los caminantes y destaca
por su astucia, su facilidad de palabra y su pericia para el robo. El día de su
nacimiento robó a su hermano Apolo un rebaño de 50 vacas y las ocultó en Pilos,
en una cueva. El problema fue que cuando estaba a punto de llegar se topó con un viejo pastor
que se llamaba Bato, por lo que Mercurio pensó que si Apolo pasaba por allí preguntando si
había visto a alguien con su rebaño el anciano le contaría que le había visto
con las vacas. Así que le ofreció una de sus vacas a cambio de no decir nada y este aceptó.
Cuando Mercurio guardó las vacas en la cueva, no podía parar de pensar en el anciano
y si sería de fiar, por lo que decidió ponerle a prueba. Se disfrazó de
comerciante y volvió al desfiladero donde le había visto. Le dijo que le habían
robado su rebaño de vacas y le preguntó si las había visto, también le ofreció
una vaca y un toro, así que el viejo le contó todo. Mercurio entró en cólera y
volvió a su auténtica apariencia, alzó su caduceo, su varita mágica forjada en
oro que tiene dos serpientes entrelazadas, y convirtió a Bato en una piedra que
parecía una estatua erosionada por el viento. Los caminantes que van a Pilos la
ven al pasar por el desfiladero. Se decía que era un testimonio que sufre todo el mundo el que
se atreve a engañar a los dioses.
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